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Los bueyes que dominaron Castilla

Las formas de vida tradicionales de las serranías ibéricas se mantuvieron prácticamente invariables hasta la década de los años 60, como si se tratase de un “capsula del tiempo”, que mantuvo usos y costumbres prerromanas, tanto a nivel económico como social. Todo este legado cultural desvaneció en pocos años con los procesos de despoblación y abandono del medio rural que desde entonces observamos. La conservación de aquel rico legado ganadero y cultural en parte se ha debido gracias a su localización en zonas con un medio ambiente muy poco permeable a las influencias externas que a la vez ha sido el resultado de una larga y eficaz adaptación cultural, en la que influyeron sobre manera la falta de alternativas a esta dependencia del medio físico, el aislamiento cultural y la falta de comunicaciones. El intercambió de animales entre estas comarcas montañosas está perfectamente documentado durante toda la Edad Media. De las zonas altas de Castilla viajaban numerosas manadas de ganado al cercano Aragón, más especializado en el cultivo de viñas, frutos secos y olivar. Además de una buena fuente de carne, las vacas serranas eran importantes porque eran auténticos motores de fuerza que labraban la amplia meseta cerealista del norte de España. La economía local, en cierto modo, giraba para los miles de agricultores de este territorio en torno a la disponibilidad de un par de vacas que poder uncir a un arado y con ellas poder labrar los extensos campos de cereal. Este par de vacas era un bien muy preciado, tanto que se les reservaba la mejor estancia de la casa, en la planta baja de las casas, a veces cerca del calor que irradiaba la cocina. Las vacas también se utilizaban en el momento de la recolección ya que a ellas también se ataba el trillo que se utilizaría para separar el grano de la parva en las eras de todas estas aldeas rurales. Si todo iba bien, las vacas serranas cada año parían un par de terneros que tras su engorde se esperaba a la llegada de las Ferias ganaderas del interior de España para ser vendidas. En este sentido, podemos afirmar que estas ferias fueron un importante motor de prosperidad para los territorios en los que se celebraban. A estas Ferias, acudían compradores y vendedores de localidades muy alejadas. Este flujo entre territorios distantes, tanto de personas como de animales garantizaba el intercambio de los mejores ejemplares entre territorios muy alejados y de este modo se evitaba la degeneración de la raza. En este sentido el ganado negro ibérico era habitual en todas las ferias ganaderas de las comarcas de Castilla, León y Aragón. A partir del siglo XVIII, lentamente empiezan a experimentar un lento pero imparable proceso de sustitución primero en las comarcas cerealistas, donde fueron sustituidos progresivamente por las mulas que eran menos fuertes, pero más sobrias y rápidas en sus desplazamientos. Poco a poco los bovinos retroceden hacia zonas duras y durante el siglo XIX tan sólo se encontraban ya de manera generalizada en las provincias de Castilla y en las comarcas montañosas del sur de Aragón y del Interior del Reino de Valencia. Es durante este periodo en que se rompe la continuidad territorial de estos animales y empiezan a generalizarse distintos nombres para referirse a estas poblaciones ahora separadas. En Castilla se generaliza la denominación de Raza Castellana y en Aragón la de Raza Serrana. En Aragón desaparecen rápidamente del Valle del Ebro y se refugian en zonas altas del Bajo Aragón y de los Puertos de Montaña de Castellón y Valencia. En Castilla, la lenta desaparición de estos bovinos fue más tardía. Primero desaparecieron las yuntas de bueyes de los campos de labranza. Poco a poco la antigua área de extensión se fue fragmentando y en algunas comarcas se cedió protagonismo al ganado mular. A principios del siglo XX los bovinos negros tan solo podían encontrarse en las zonas forestales donde se hace necesario este motor de fuerza para las tareas de aprovechamiento del bosque y continuaban acudiendo a la mayoría de ferias ganaderas. Durante las primeras décadas del siglo XX se generaliza en estos lugares el oficio de tratante muletero y ya sólo son frecuentes estos bovinos algunas pocas ferias como las de Soria, Almazán, Sigüenza o Molina de Aragón Tras la continua disolución de su área de distribución aparecen nuevas formas de referirse a estos bovinos: raza Avileña, Serrana Ibérica, Serrana Soriana, Serrana Pinariega, Serrana del Maestrazgo, etc... Como hemos indicado las yuntas de vacas fueron perdiendo importancia frente a las de mulas, pero hasta la década de los años 60 todavía era habitual su uso en zonas próximas a explotaciones forestales. Otra actividad como el transporte de mercancías también vería muy disminuida su importancia con la aparición del transporte rodado de combustión.