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CASAS DE MILLÁN (III) (Extremadura). Todos a Misa Mayor. Procesión. Años 50.

Los domingos, Misa mayor, ropa limpia y planchada, a veces de estreno, zapatos cepillados, el velo y la manga larga, gafas de sol, saludos a la entrada; a la salida de misa breves conversaciones al sol del domingo. Día de descanso, a finales de los cincuenta unos pocos entraban a tomar una cerveza El Águila o un vino en el bar de la plaza. El desarrollismo se atisbaba, las primeras teles, el agua corriente, la nueva nevera. Aunque mucho más lentos que en el resto de Europa, atrás iban quedando burros, aislamiento, chambras, alpargatas. La gente empezaba a marcharse, a escapar de las gallinas, el empedrado y la siega de sol a sol. Claro que no todos asistían a misa. Si durante los años cuarenta la eucaristía era obligatoria para todos, hasta el último jornalero, —de eso se encargaba la Guardia Civil, patrullando los domingos por la mañana campos y cortijos en busca de almas descarriadas— sin embargo, a finales de los cincuenta y sesenta, tal atropello fue relajándose de modo que, a este señalado acontecimiento social, solo asistían ya la incipiente clase media y la aristocracia local, por supuesto.