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La anciana escuchó palabras que voltearon su mundo de cabeza

Se conocieron en una cafetería. Rosa, de dieciocho años, trabajaba como camarera mientras estudiaba (estudiaba para ser pastelera), y Pedro ya trabajaba como arquitecto en una pequeña empresa y a menudo pasaba a tomar un café en la cafetería más cercana a su trabajo. Esos dos corazones parecían estar hechos el uno para el otro, ni siquiera necesitaban hablar entre ellos: el simple hecho de estar en la misma habitación les daba alegría a ambos. Dos semanas después de su primer encuentro, los jóvenes comenzaron a salir, y tres meses después se casaron. Alrededor de ellos decían que su matrimonio estaba destinado en el cielo. Vivían en un pequeño apartamento proporcionado por la empresa de Pedro. Casualmente, ninguno de los dos tenía parientes cercanos. No había nadie más cercano o más querido para Rosa y Pedro que ellos mismos. Los recién casados decidieron que una vez que tuvieran una casa decente, que Pedro tanto anhelaba, empezarían a pensar en tener un bebé.