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EL SUEÑO (PRIMERO SUEÑO) de SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ: vv. 1-150 3 года назад


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EL SUEÑO (PRIMERO SUEÑO) de SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ: vv. 1-150

ALFREDO HERRERA recita a SOR JUANA El sueño Edición de Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo Vv. 1-150 Piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra, al Cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las Estrellas; si bien sus luces bellas —exentas siempre, siempre rutilantes— la tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la pavorosa sombra fugitiva burlaban tan distantes, que su atezado ceño al superior convexo aun no llegaba del orbe de la Diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta, quedando sólo dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba; y en la quietud contenta de imperio silencioso, sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves, tan obscuras, tan graves, que aun el silencio no se interrumpía. Con tardo vuelo y canto, del oído mal, y aun peor del ánimo admitido, la avergonzada Nictimene acecha de las sagradas puertas los resquicios, o de las claraboyas eminentes los huecos más propicios que capaz a su intento le abren brecha, y sacrílega llega a los lucientes faroles sacros de perenne llama, que extingue, si no infama, en licor claro la materia crasa consumiendo, que el árbol de Minerva de su fruto, de prensas agravado, congojoso sudó y rindió forzado. Y aquellas que su casa campo vieron volver, sus telas hierba, a la deidad de Baco inobedientes —ya no historias contando diferentes, en forma sí afrentosa transformadas—, segunda forman niebla, ser vistas aun temiendo en la tiniebla, aves sin pluma aladas: aquellas tres oficïosas, digo, atrevidas Hermanas, que el tremendo castigo de desnudas les dio pardas membranas alas tan mal dispuestas que escarnio son aun de las más funestas: éstas, con el parlero ministro de Plutón un tiempo, ahora supersticioso indicio al agorero, solos la no canora componían capilla pavorosa, máximas, negras, longas entonando, y pausas más que voces, esperando a la torpe mensura perezosa de mayor proporción tal vez, que el viento con flemático echaba movimiento, de tan tardo compás, tan detenido, que en medio se quedó tal vez dormido. Este, pues, triste son intercadente de la asombrada turba temerosa, menos a la atención solicitaba que al sueño persuadía; antes sí, lentamente, su obtusa consonancia espacïosa al sosiego inducía y al reposo los miembros convidaba —el silencio intimando a los vivientes, uno y otro sellando labio obscuro con indicante dedo, Harpócrates, la noche, silencioso; a cuyo, aunque no duro, si bien imperïoso precepto, todos fueron obedientes—. El viento sosegado, el can dormido, éste yace, aquél quedo los átomos no mueve, con el susurro hacer temiendo leve, aunque poco, sacrílego ruïdo, violador del silencio sosegado. El mar, no ya alterado, ni aun la instable mecía cerúlea cuna donde el Sol dormía; y los dormidos, siempre mudos, peces, en los lechos lamosos de sus obscuros senos cavernosos, mudos eran dos veces; y entre ellos, la engañosa encantadora Almone, a los que antes en peces transformó, simples amantes, transformada también, vengaba ahora. En los del monte senos escondidos, cóncavos de peñascos mal formados —de su aspereza menos defendidos que de su obscuridad asegurados—, cuya mansión sombría ser puede noche en la mitad del día, incógnita aun al cierto montaraz pie del cazador experto —depuesta la fiereza de unos, y de otros el temor depuesto— yacía el vulgo bruto, a la Naturaleza el de su potestad pagando impuesto, universal tributo; y el Rey, que vigilancias afectaba, aun con abiertos ojos no velaba. El de sus mismos perros acosado, monarca en otro tiempo esclarecido, tímido ya venado, con vigilante oído, del sosegado ambiente al menor perceptible movimiento que los átomos muda, la oreja alterna aguda y el leve rumor siente que aun le altera dormido. Y en la quietud del nido, que de brozas y lodo, instable hamaca, formó en la más opaca parte del árbol, duerme recogida la leve turba, descansando el viento del que le corta, alado movimiento. De Júpiter el ave generosa —como al fin Reina—, por no darse entera al descanso, que vicio considera si de preciso pasa, cuidadosa de no incurrir de omisa en el exceso, a un solo pie librada fía el peso y en otro guarda el cálculo pequeño —despertador reloj del leve sueño—, porque, si necesario fue admitido, no pueda dilatarse continuado, antes interrumpido del regio sea pastoral cuidado. ¡Oh de la Majestad pensión gravosa, que aun el menor descuido no perdona! Causa, quizá, que ha hecho misteriosa, circular, denotando, la corona, en círculo dorado, que el afán es no menos continuado. El sueño todo, en fin, lo poseía; todo, en fin, el silencio lo ocupaba; aun el ladrón dormía; aun el amante no se desvelaba.

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