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LA VIDA ES SUEÑO de PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA: Acto I, vv. 600-843 3 года назад


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LA VIDA ES SUEÑO de PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA: Acto I, vv. 600-843

CARLOS CRUZ es BASILIO La vida es sueño Edición de Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo Acto I, vv. 600-843 BASILIO: Ya sabéis –estadme atentos, amados sobrinos míos, corte ilustre de Polonia, vasallos, deudos y amigos–, ya sabéis que yo en el mundo por mi ciencia he merecido el sobrenombre de docto; pues, contra el tiempo y olvido, los pinceles de Timantes, los mármoles de Lisipo, en el ámbito del orbe me aclaman el gran Basilio. Ya sabéis que son las ciencias que más curso y más estimo matemáticas sutiles, por quien al tiempo le quito, por quien a la fama rompo la jurisdicción y oficio de enseñar más cada día; pues cuando en mis tablas miro presentes las novedades de los venideros siglos, le gano al tiempo las gracias de contar lo que yo he dicho. Esos círculos de nieve, esos doseles de vidrio, que el sol ilumina a rayos, que parte la luna a giros; esos orbes de diamantes, esos globos cristalinos, que las estrellas adornan y que campean los signos, son el estudio mayor de mis años, son los libros donde, en papel de diamante, en cuadernos de zafiros, escribe con líneas de oro, en caracteres distintos, el cielo nuestros sucesos, ya adversos o ya benignos. Éstos leo tan veloz que con mi espíritu sigo sus rápidos movimientos por rumbos y por caminos. ¡Pluguiera al cielo, primero que mi ingenio hubiera sido de sus márgenes comento y de sus hojas registro, hubiera sido mi vida el primero desperdicio de sus iras, y que en ellas mi tragedia hubiera visto! Porque de los infelices aun el mérito es cuchillo, que a quien le daña el saber, homicida es de sí mismo. Dígalo yo, aunque mejor lo dirán sucesos míos, para cuya admiración otra vez silencio os pido. En Clorilene, mi esposa, tuve un infelice hijo, en cuyo parto los cielos se agotaron de prodigios antes que a la luz hermosa le diese el sepulcro vivo de un vientre, porque el nacer y el morir son parecidos. Su madre infinitas veces, entre ideas y delirios del sueño, vio que rompía sus entrañas atrevido un monstruo en forma de hombre y entre su sangre teñido, le daba muerte, naciendo víbora humana del siglo. Llegó de su parto el día y los presagios cumplidos –porque tarde o nunca son mentirosos los impíos–, nació en horóscopo tal, que el sol, en su sangre tinto, entraba sañudamente con la luna en desafío; y, siendo valla la tierra, los dos faroles divinos a luz entera luchaban, ya que no a brazo partido. El mayor, el más horrendo eclipse que ha padecido el sol, después que con sangre lloró la muerte de Cristo, éste fue, porque, anegado el orbe, entre incendios vivos, presumió que padecía el último parasismo. Los cielos se escurecieron, temblaron los edificios, llovieron piedras las nubes, corrieron sangre los ríos. En este mísero, en este mortal planeta o signo, nació Segismundo, dando de su condición indicios, pues dio la muerte a su madre, con cuya fiereza dijo: “Hombre soy, pues que ya empiezo a pagar mal beneficios”. Yo, acudiendo a mis estudios, en ellos y en todo miro que Segismundo sería el hombre más atrevido, el príncipe más crüel y el monarca más impío, por quien su reino vendría a ser parcial y diviso, escuela de las traiciones y academia de los vicios; y él, de su furor llevado, entre asombros y delitos, había de poner en mí las plantas, y yo rendido a sus pies me había de ver –¡con qué congoja lo digo!–, siendo alfombra de sus plantas las canas del rostro mío. ¿Quién no da crédito al daño, y más al daño que ha visto en su estudio, donde hace el amor propio su oficio? Pues dando crédito yo a los hados, que adivinos me pronosticaban daños en fatales vaticinios, determiné de encerrar la fiera que había nacido, por ver si el sabio tenía en las estrellas dominio. Publicóse que el Infante nació muerto; y, prevenido, hice labrar una torre entre las peñas y riscos desos montes, donde apenas la luz ha hallado camino, por defenderle la entrada sus rústicos obeliscos. Las graves penas y leyes, que con públicos editos declararon que ninguno entrase a un vedado sitio del monte, se ocasionaron de las causas que os he dicho. Allí Segismundo vive, mísero, pobre y cautivo, adonde solo Clotaldo le ha hablado, tratado y visto. Éste le ha enseñado ciencias; éste en la ley le ha instruido católica, siendo solo de sus miserias testigo. (Conclusión del texto en el primer comentario)

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