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MILLONARIO ENFERMO PIDE A LIMPIADORA QUE FINJA SER SU HIJA... SU ESPOSA ENTRA CON EL TESTAMENTO...

MILLONARIO ENFERMO PIDE A LIMPIADORA QUE FINJA SER SU HIJA... SU ESPOSA ENTRA CON EL TESTAMENTO... Mauricio Velasco observaba las llamas danzar suavemente en la chimenea; el crepitar del fuego era el único sonido que llenaba el vasto silencio de su mansión. La mansión, que en otro tiempo vibraba con el sonido de fiestas grandiosas y encuentros sociales, ahora no era más que un monumento a la soledad. El olor de la madera quemándose se mezclaba con el suave aroma de uno de los muchos inciensos que su enfermera particular insistía en encender para “purificar el ambiente”. Pero nada podía purificar lo que realmente necesitaba ser purificado: su conciencia. Mauricio estaba enfermo. Una enfermedad terminal lo consumía lentamente, robándole la vitalidad que un día había sostenido su reputación como uno de los hombres más influyentes y poderosos de la región. Ahora, sus manos temblorosas apenas podían sostener la taza de té que descansaba sobre la mesa a su lado. Tenía la mirada fija en las llamas, pero su mente estaba distante, sumergida en lo profundo de sus recuerdos. La culpa lo atormentaba día y noche. Durante toda su vida, había tomado decisiones movidas por la ambición, el poder y, sobre todo, por el miedo a perder lo que más apreciaba: su fortuna. En nombre de esa fortuna, había sacrificado cosas que, hoy, daría todo por recuperar. Una de esas cosas, la más preciosa de todas, era su hija. Una hija que nunca conoció, fruto de una relación que su esposa, Dolores, le había obligado a terminar. Dolores siempre fue una mujer de carácter fuerte, manipuladora, que sabía exactamente cómo conducir a Mauricio hacia las decisiones que ella deseaba. En aquel entonces, Mauricio estaba cegado por el poder y la influencia que Dolores parecía traer consigo. Siguió sus consejos, incluso cuando eso significaba renunciar a la única persona que podría haberle dado algo más que riqueza material. Ahora, al borde de la muerte, Mauricio sabía que su tiempo se acababa. Y con él, la oportunidad de redimirse, de encontrar a la hija que dejó escapar entre sus dedos. Pero ¿qué podía hacer? ¿Cómo encontrar a una persona que nunca conoció, cuyos recuerdos fueron deliberadamente borrados de su vida por una mujer que ahora ocupaba el lugar de su esposa, pero que hacía mucho había perdido el significado de la palabra "amor"? Fue en ese contexto que Isabel apareció en su vida. Isabel era una joven limpiadora, de origen humilde, que trabajaba en la mansión desde hacía algunos meses. Era una presencia discreta, pero constante, siempre cuidando de las tareas con un silencio respetuoso, como si fuera consciente del peso que aquellas paredes cargaban.