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En este PUEBLO la Vida es TRANQUILA y no existe la INSEGURIDAD, ideal para VIVIR I Gral. Rivas 3 года назад


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En este PUEBLO la Vida es TRANQUILA y no existe la INSEGURIDAD, ideal para VIVIR I Gral. Rivas

No importa a qué hora del día visites el pueblo de Rivas, siempre lo vas a encontrar tranquilo. Entre sus poco mas de 800 habitantes, muchos de ellos son jóvenes. Dato no menor si hablamos de un pueblo donde el tren de pasajeros pasa solo dos veces en la semana: llega los viernes por la noche y se va los lunes por la mañana ( si tomamos Retiro como inicio). General Rivas parece un pueblo lleno de vida y futuro, y verdaderamente lo es. Su gente amigable saluda con una sonrisa y se muestra ávida de contar las miles de anécdotas sobre ese lugar que los abraza cada mañana al despertar. Nuestro recorrido comienza caminando por el andén de la estación luego de saludar a un perro que parece haberse contagiado del espíritu alegre de quienes viven en ese pueblo que pertenece al Partido de Suipacha, que se ubica a unos 20 km de su ciudad cabecera por una carretera asfaltada y a unos 150 km aprox. de la Ciudad de Buenos Aires. La estación de tren parece ser hoy el hogar de una familia, pero pudimos recorrerla por fuera libremente. El predio es enorme y está muy bien conservado. El sol, que se peleaba con las nubes para regalarnos su luz y calor, nos daba el marco ideal para las fotos. Frente a la estación, antiguas fachadas nos contaban la historia de un lugar que supo tener su época de esplendor cuando el tren llegaba para cargar la leche de la gran cantidad de tambos que había en la zona; y con ello, decenas de trabajadores cumplían un rol protagónico en ese circuito productivo. El pueblo creció entre tambos, almacenes de ramos generales, el sonido del tren y un hotel ubicado justo frente a la estación en una imponente esquina, que supo albergar gran cantidad de viajeros y trabajadores. Hoy, muchas de esas construcciones ya no funcionan como tal o se encuentran abandonadas, pero siguen en el recuerdo de quienes generación tras generación asumieron el rol de mantener viva la historia. En sus voces, Rivas sigue viviendo esos tiempos, y nosotros logramos viajar al pasado con solo cerrar los ojos. La Capilla San Roque, parece proteger al pueblo desde lo alto de su cruz, cuando éste duerme por las noches o por las tardes (sagradas siestas), el edificio más alto, observa el progreso de esas personas de todas las edades que caminan tranquilas por sus calles y que se sienten orgullosas de vivir en un pueblito bien alejado del ruido de las grandes ciudades. Y si de edificios altos hablamos, la Escuela Nº 3 es otra construcción que luce imponente en una esquina. En ella, nos cuentan, que su directora, en más de una oportunidad tuvo que quedarse a dormir para poder continuar con sus funciones al día siguiente, debido a las malas condiciones de los caminos en aquellos tiempos donde los caminos eran de tierra. Hoy, la mayoría de sus calles están asfaltadas y la entrada y salida a Rivas, como el recorrido por cada uno de sus rincones, están en muy buenas condiciones. Rivas tiene vida propia, luego de recorrerla un buen rato, llegamos a un Bar que más que historias tiene Patria. Es que cuando vemos con el amor que los jóvenes de nuestro país logran traer al presente ese pasado tan lejano para ellos y lo conservan en un cofre sagrado para contarlo una y otra vez, es cuando decimos que nos encontramos con argentinos y argentinas haciendo Patria. Bar Don Guille tiene miles de tesoros que hablan de tiempos de gauchos y guitarreadas a la luz de la luna. Guillermo parece no cansarse nunca de mirar su boliche con esos ojos de quienes reconocen el verdadero valor de las cosas. Cosas que son suyas pero que también son nuestras y que están ahí como esperando ser admiradas por quienes entienden el lugar que ocupan en una Argentina llena de historia viva. Te corre un escalofrío por el cuerpo y entiendes que muchas de las semillas que plantaron nuestros abuelos y abuelas van dejando frutos, cuando te encontrás con jóvenes así de responsables. ¿Qué les sirvo? Nos pregunta, así, igualito como si fuera el 1930. Y sin vueltas llega un vaso de vidrio grueso a la mesa con una bebida helada (seguro conservada en esas heladeras que sí sabían enfriar) y un plato que no importa el color o el tamaño, con un sandwich de pan casero y mucho fiambre. Y entre charla, risas, anécdotas y emociones iban pasando las horas así nomás como cuando nuestros paisanos sabían “estirar” las horas. ¿Fueron de Osvaldo?, nos preguntan en el Bar, es quién sabe todo del pueblo. Pero Osvaldo y sus historias, serán otro capitulo de este hermoso y emotivo paseo por el pueblo de Rivas. El sol, ya sin nubes, nos despide escondiéndose en ese horizonte pampeano que tanto nos gusta mirar…emprendemos la partida con el mismo sentimiento de nostalgia que nos invade el cuerpo cada vez que nos despedimos de un pueblito más de nuestro hermoso país.

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