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LA COCINERA FUE DESPEDIDA POR ROBO Y EL MILLONARIO LE HIZO UNA PREGUNTA... SU RESPUESTA LO HIZO... El sol comenzaba a surgir detrás de las colinas, bañando la imponente Mansión Vargas con su luz suave. María ya estaba de pie, preparándose para un día más de trabajo. La pequeña Camila, aún somnolienta, la observaba con sus grandes ojos curiosos mientras su madre se vestía con el uniforme impecable, ajustando el delantal blanco sobre el vestido azul marino. En la cocina, el aroma del café fresco y el pan recién horneado se mezclaba en el aire. María se movía con agilidad y precisión, sus manos hábiles transformando ingredientes simples en obras de arte culinarias. Cada plato que preparaba parecía contener un poco de su alma, y eso no pasaba desapercibido para Alejandro Vargas, el poderoso y respetado dueño de la mansión. "La comida está maravillosa, María. Como siempre," dijo Alejandro con una sonrisa, mientras saboreaba el desayuno. María, con humildad, agradeció, sin darse cuenta de que esos elogios, que para ella eran meros reconocimientos de su trabajo, estaban empezando a lanzar sombras en el corazón de otra persona. Isabel, la elegante y siempre impecable esposa de Alejandro, observaba la escena desde lejos. Sus ojos fijos en María no cargaban la admiración que Alejandro expresaba, sino una creciente desconfianza. Detrás de su semblante sereno, Isabel comenzaba a nutrir un sentimiento que apenas podía comprender. La devoción de Alejandro por el trabajo de María la inquietaba, y empezaba a ver en esa joven cocinera una amenaza silenciosa. María, por su parte, se mantenía ajena a cualquier tensión, concentrada en su rutina. El día transcurría entre ollas y especias, mientras pensaba en su hija, Camila, quien jugaba bajo la supervisión de la niñera en el exterior de la mansión. María soñaba con un futuro mejor para su hija, lejos de la vida dura y llena de sacrificios que ella misma enfrentaba. Al caer la noche, después de un día agotador, María finalmente se retiró a su pequeña habitación, donde Camila ya dormía profundamente. Miró por la ventana, admirando por un breve momento la grandiosidad de la mansión iluminada bajo la luz de la luna. Afuera, en el jardín, Isabel observaba a María con ojos penetrantes, su mente llena de pensamientos inquietantes. Mientras la mansión se aquietaba, un silencio cargado de tensión flotaba en el aire. Isabel, aún en el jardín, lanzó una última mirada hacia la ventana donde estaba María, y en ese instante, algo cambió. El brillo de envidia en sus ojos marcó el inicio de una rivalidad que, hasta entonces, María ni siquiera imaginaba.