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Cuentos en la Bruma.- Viaje a la boca del infierno

A tan solo 10 kilómetros de la localidad salmantina de La Alberca y escondido tras un puerto se encuentra la entrada al mítico valle de las Batuecas. La última frontera entre Castilla y León y Extremadura. Un espacio natural que desde tiempos ancestrales ha sido el punto de reunión del ser humano y los dioses. Pinturas prehistóricas y espacios sagrados convierten a este rincón de nuestra Comunidad en un lugar cargado de una energía especial. Trazos primitivos qque conforman el mejor conjunto de pintura esquemática de Salamaca. Barras y puntos que, en perfecta conjunción, forman un mensaje que hoy por hoy es imposible interpretar. ¿Un santuario? ¿Rituales de caza? Hasta hace relativamente poco tiempo, la creencia popular era que esas pinturas fueron hechas por el mismísimo demonio y que precisamente por ello a comienzos del siglo XVII se asentaron en la puerta de acceso al valle los Carmelitas Descalzos. Allí, levantaron uno de los monasterios más herméticos de toda la cristiandad: el Desierto de San José, en referencia a estar en un lugar sin almas. Un viaje a través de un escarpado paisaje permite conocer el aspecto más espiritual de la Sierra de Francia, la puerta al cielo. Dólmenes y menhires En la comarca de La Lora, al norte de la provincia de Burgos se localizan decenas de construcciones megalíticas. Edificaciones realizadas con grandes bloques de piedra en torno al año 4.000 antes de Cristo y que servían como enterramiento para las primeras comunidades pastoriles de la provincia. El dólmen de la Cabaña y el del Moreco son dos claros ejemplos de panteones familiares o comunitarios que fueron usados durante varias generaciones. Su interpretación es sencilla: pequeños montes artificiales que rodeaban una cámra funeraria realizada con piedra y a la que se accedía a través de un corredor. Más complicado es interpretar los menhires. Para los arqueólogos son construcciones mudas pues en torno a ellas no hay ni inscripciones, ni ajuares que permitan datarlas. La motivación de estas grandes piedras hincadas de varios metros de altura y decenas de toneladas es un misterio que el arqueólogo Miguel Ángel Moreno Gallo está intentando descubrir.