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A siete kilómetros de Reinosa, en la Hermandad de Campóo de Suso del Sur de Cantabria, está Argüeso. Desde allí una pista forestal de dos kilómetros, muy bien señalada, nos lleva al Poblado Cántabro de la Edad del Hierro, protegido por murallas de piedra y madera en un enclave remoto y privilegiado, rodeado por bosques de avellanos, robles, hayas, fresnos, tejos, acebos y abedules, innumerables arbustos, flores y plantas. Comenzó su andadura en el año 1990 gracias a la asociación “Cantabria Ancestral”, como un proyecto investigador de arqueología experimental, de iniciativa privada, iniciándose su construcción en 1995 y abriéndose al público en el año 2000, con visitas Guiadas, con rigor y muy amenas, talleres y proyectos educativos para centros escolares. Es una recreación de increíble nivel de detalle, basada en las diversas excavaciones arqueológicas realizadas en los yacimientos de los castros de Barones, La Ulaña, Cildá y Monte Bernorio, así como en el conocimiento de la vida de los antiguos moradores de Regio Cantabrorvm, que ya fueron descritas por el arquitecto romano Vitrubio. Las diversas cabañas pertenecen a épocas diferentes, y cada una de ellas está realizada utilizando los materiales de construcción usados hace 2.000 años, siendo museos arqueológicos al aire libre. El proyecto está avalado por EXARC, una organización que busca que el pasado arqueológico sea accesible, y realizado por el Instituto Monte Bernorio de Estudios de la Antigüedad del Cantábrico, que investiga científicamente la Arqueología de la Cornisa Cantábrica desde la Protohistoria, el final de la Edad del Hierro, hasta la Romanización del norte de España, en el periodo comprendido de los siglos XII a.C al IV d.C. Los cántabros eran parte de los pueblos celtas de la península ibérica, entre los que se encontraban los galaicos, belos, titos, pelendones, arévacos, vacceos, carpetanos, lusitanos o vascones, que provenían del centro y norte de Europa. Al entrar en el poblado, se explican las cabañas y su técnica constructiva, junto a su forma de vida, cultivar la tierra, cuidar del ganado y sus luchas ancestrales. Las viviendas son de planta circular con cimentaciones de piedra, y los techos están realizados con centeno, escoba y arcilla sobre una estructura de avellano, aislando muy bien del calor en verano y del frío del invierno. Su mantenimiento se realiza cada año. La visita al interior de cada cabaña se realiza tomando asiento en sus bancos corridos en torno al fuego, que está en el centro, con zonas para dormir y descansar. Utilizaban innumerables herramientas en los hogares, y realizaban armas fabricadas en hierro, un metal muy abundante en la región, existiendo en una cabaña perfectas réplicas de falcatas, puñales, cascos, escudos y cinturones de la época. Requería de mayor temperatura para trabajarlo pero tenía mayor resistencia que el bronce o el cobre. Poseían telares para fabricar la ropa y numerosas vasijas de cocina para almacenamiento de víveres. Primero utilizaban dos piedras para moler a mano el cereal con su rozamiento y posteriormente molinos rústicos de piedra. En una de las cabañas, descubrimos piezas de cerámica de gran finura, con una clara muestra de la influencia celtíbera. En sus ritos funerarios quemaban los cadáveres y guardaban las cenizas en vasijas. A través de la diferente ambientación de las cabañas revivimos una historia de guerreros, pastores, agricultores, mineros, fundidores de metales y artesanos. Muchas tradiciones, modo de vida y costumbres de los cántabros, junto con técnicas constructivas, usos agrícolas, modos de ganadería, bebidas y carácter, se mantienen hasta nuestros días. También conocemos sus creencias y estructura jerárquica. En la parte alta del poblado existe una réplica de las estelas cántabras de Barros, que representa un tetrasquel relacionado con el culto lunar, y de Zurita, con la representación de una escena con un guerrero cántabro a caballo y dos a pie, junto a un guerrero en el suelo devorado por un buitre. En ese lugar se hacen prácticas de comunicación con una caracola gigante o un cuerno. Al finalizar la visita, el Centro de Visitantes, la cabaña más grande y de planta cuadrada, está repleta de recuerdos para adquirir. Como hemos dicho, existen talleres para todas las edades, además de cursos y jornadas de arqueología experimental. Los talleres son de textil, orfebrería, cerámica, construcción, cestería, de fuego, de fragua, técnicas de caza y de panadería, donde se enseña a moler la harina con las rudimentarias ruedas de molino, que supusieron un gran avance tecnológico para facilitar la vida. Estos pueblos cultivaban trigo, no solo cebada, para elaborar pan. Esta iniciativa es una experiencia formativa, en contacto con la naturaleza y un auténtico viaje en el tiempo hasta nuestros ancestros. Además, desde 2020, hay una actividad en invierno para conocer el Poblado Cántabro, con raquetas de nieve, y poder comprobar las duras condiciones de vida en estos castros.